Violencia Machista.



Violencia contra la mujer: Las atrocidades no dan tregua, es un sin parar.



El Convenio de Estambul, firmado el 11 de mayo de 2011,  condena  toda forma de violencia contra las mujeres y de violencia doméstica; se ha reconocido por más de 47 Países, que “…la violencia contra las mujeres es una manifestación de desequilibrio histórico entre la mujer y el hombre que ha llevado a la dominación y a la discriminación de la mujer por el hombre, privando así a la mujer de su plena emancipación…” (Así se recoge en el convenio de Estambul, 11V.2011).

Pero amigos, sigo manifestándome frente a este tema porque no terminamos de salir del asombro cuando cada mañana, al poner los informativos, escuchamos la noticia de una víctima más que se suma al número de víctimas de violencia de género; en lo que llevamos este año, a día de hoy sólo en España ascienden a 36 víctimas, por hechos atroces ocurridos en diferentes comunidades.
En una publicación anterior,  ya me refería a la posibilidad inminente de un Pacto de Estado,  y que se venía vislumbrando con la participación de todos los grupos políticos, previamente discutido con expertos y organismos e instituciones legitimadas para la defensa de la mujer.   Hoy es un hecho: este 28 de julio pasado, después de más de seis meses de trabajo,  el pacto se ha aprobado, acogiendo fundamentos y conceptos importantes de  lo que se firmó en Estambul, sobre la prevención y lucha contra la violencia de las mujeres y la violencia doméstica. 
La pregunta que nos podemos hacer entonces es: ¿ahora qué­ sigue?  Por qué  estos crímenes o actos de violencia no  nos dan un receso en nuestra humanidad?  Stop. Qué está fallando?
Si bien, la sociedad venía pidiendo a gritos que se adoptaran medidas para parar con esta lacra, también lo es, que  las normas legislativas se han venido implantando, poco a poco, en diferentes países, consiguiendo a día de hoy una  regulación de mecanismos que hagan posible,  o por lo menos nos aproxime,  a la igualdad de trato entre hombres y mujeres, corrigiendo el desequilibrio de género y la consiguiente violencia; lo que nos arroja en la actualidad,  un gran número de disposiciones legislativas que ya hemos venido comentando.  
 Por ejemplo, en España no solamente contamos con una completísima Ley de igualdad del 22 de marzo de 2007,  y que proporciona el fundamento legal y la protección a la igualdad entre hombres y mujeres, vetando cualquier indicio de discriminación por razón de sexo, sino que también tenemos en esa lista la ley sobre protección de género, vigente desde el 2004;  para Europa y otros Países más donde obligaría el Convenio de Estambul,  firmado en 2011 por los 47 Estados miembros del Consejo de Europa, algunos más de la Unión Europea y otros países invitados.  Este convenio, que España ratificó en el 2014,  nos ofrece un marco conceptual muy importante y un ámbito de aplicación muy amplio, que haría que la lucha fuera  más efectiva;  el citado Convenio dice que se  considerará violencia contra la mujer la que implique daños o sufrimientos de naturaleza física, sexual, psicológica o económica.
“…
  • §  Se aplicará a todas las formas de violencia contra las mujeres, incluida la violencia doméstica.

…”
Parece que el problema ahora no es normativo; tampoco podemos afirmar que sea de falta de voluntad política, porque todos se han volcado para un gran Pacto de Estado.  Hemos tenido un escenario donde muchos expertos  y grupos políticos en una Subcomisión, han elaborado un “Pacto Integral”,  que ha sido aprobado y firmado por los representantes políticos, donde se afronta la problemática con una perspectiva más amplia, desde lo jurídico hasta lo socio –cultural, tal como debe ser, y con más de 200 medidas integrales y dotado de 1.000 millones de Euros para los próximos 5 años.
Esto sí que es una gran noticia.  Los miembros implicados en el Convenio de Estambul, están obligados a  tomar las medidas necesarias para promover los cambios en los modos de comportamiento socioculturales de las mujeres y los hombres con vistas a erradicar los prejuicios, costumbres, tradiciones y cualquier otra práctica basada en la idea de la inferioridad de la mujer o en un papel estereotipado de las mujeres y los hombres. Y la tarea parece que por fin ha comenzado.
El Convenio también impone el tomar las medidas necesarias para animar a todos los miembros de la sociedad, en particular a los hombres y los niños, a contribuir activamente a la prevención de todas las formas de violencia incluidas en ese ámbito.  El pacto alcanzado,  contempla estas medidas para prevenir la violencia machista desde el colegio y ampliar la protección también a aquellas victimas que aún no han denunciado.    Con este gran acuerdo, se dotarían también a los Ayuntamientos con herramientas para que controlen y prevengan la violencia de género desde lo local.
 Faltaban recursos y presupuesto para la prevención y ya se tienen, poco o muchos pero se cuenta con ello;  aún queda por conseguir la celeridad en los procedimientos, un poco más de racionalidad de los jueces en la administración de la justicia, que permita que lo legal sea acorde con lo socialmente reclamado.  Pero,  no quiero ser pesimista y prefiero pensar que la puerta se abre para continuar  trabajando en ello;  ahora empieza el periodo de consensuar la aplicación de todo este paquete de medidas con las Autonomías y demás autoridades, y reforzar todo lo que haga falta en los organismos locales. 
 El trabajar coordinadamente, tanto por los Jueces (bajo el imperio de la Constitución y la ley sin afectar su independencia), como por las
Fuerzas y Cuerpos de Seguridad en la prevención de estos delitos o en la seguridad de las víctimas, como por los Fiscales garantizando la legalidad y el debido proceso, así como por los abogados en la defensa ética de unos intereses particulares y por  los médicos o facultativos que en un primer momento pueden diagnosticar un maltrato para poder denunciar y tratarlo;  creo yo, este sigue siendo el gran reto o  la tarea que está inacabada.  
Casos recientes como el de Juana Rivas, nos dan argumentos suficientes para afirmar que el sistema ha fallado y que no sólo nos basta con que existan leyes que amparen la igualdad de hombres y mujeres y castiguen todo acto de  violencia machista, sino que se requiere apostar mucho más para una oportuna y considerada interpretación de los presupuestos legales y su aplicación en los procedimientos jurisdiccionales, tanto penales como civiles o del mismo amparo de menores, así como también,  en la operatividad  de todas estas medidas integrales de protección para las víctimas y en los procedimientos de la cooperación internacional.
Seguiremos buscando el equilibrio para encontrar una respuesta justa.



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